Es curioso cómo llegan los chanchitos de tierra a la tina de mi baño. En la inmensidad del blanco se ve al chanchito resbalar en las paredes curvas, intentando salir. Trato de imaginar una trayectoria, tal vez llegó con alguna maceta de tierra, pero hace mucho que no veo que pongan plantas en el baño. Entonces pienso en las bastas de algún pantalón luego de jugar en el jardín. Han pasado meses en los que ni siquiera salgo a pisar el césped y me da pena. Los chanchitos no viven en las tuberías, esos son los osos, no los chanchitos. Siento que no puedo con las ganas de saber cómo es que llegó hasta ahí. Nunca lo sabré, es lo más probable, así que termino por aceptarlo y tratar de no pensar en ello. Recuerdo que cuando estaba de viaje no sabíamos cómo explicar lo que era un chanchito de tierra, la característica de convertir su cuerpo en una pequeña esfera no era suficiente para explicar toda la naturaleza de ese animalito. Supongo que será un crustáceo, pero en definitiva uno de los más curiosos. Si lo miras de cerca pareciera que tiene rostro humano, pero no el que vemos en la gente que pasa, sino el rostro que aprendemos a dibujar entre los 4 y 5 años. Unos ojos dormidos con una sonrisa de buena persona, de tranquilidad. Las antenas son otro tema. No he logrado contar cuántas articulaciones tienen, pero lo que es seguro es que cada una tiene vida propia, fuera del chachito. Quien sabe que sean su castigo eterno el tenerlas ahí, en la cabeza. Y encima tener que soportar cada vez que le avisan que está a punto de chocarse con algo. Se necesitan mutuamente, él les proporciona la cabeza y ellas información siempre necesaria, toda una interacción. A diferencia de otros bichos, los chanchitos innovan tremendamente con el asunto de volverse bolita, es todo un éxito para ellos, si se cansan de caminar pueden elegir rodar siendo impulsados por el viento o alguna otra de esas fuerzas que no podemos ver pero que existen, porque las sientes y "existen".
Ahora que lo pienso, es bonito levantar una piedra que te enseña lo que es ser inerte y encontrarte con una cantidad de vida. Unos hechos bolita, otros tranquilos contra la tierra y siempre los más histéricos y realistas que dan vueltas en círculos y no dejan de chocarse entre ellos. Tenemos que tener algo más en común con ellos que tan solo el ser seres vivos. Me es difícil imaginar su tipo de organización o metas en la vida además de sobrevivir y ser parte del equilibrio del ecosistema. Debe haber alguno que morirá joven por no adaptarse a su ciclo de vida, ahí debajo de la piedra. Es a ese al que quiero yo, es a ese al que quiero observar y para el que escribo. Supongo que es ese el que se las ingenia para llegar hasta la tina. Es el que tal vez caminó medio día desde el jardín, cruzó la cocina por debajo de los reposteros, hizo algunos descansos y al fin llegó al pie de la escalera. Ahí donde tan solo debía esperar y tener suerte.