Valie Export’s performance Actionpant: Genital Panic (1969)

lunes, 6 de octubre de 2008

De tina

Es curioso cómo llegan los chanchitos de tierra a la tina de mi baño. En la inmensidad del blanco se ve al chanchito resbalar en las paredes curvas, intentando salir. Trato de imaginar una trayectoria, tal vez llegó con alguna maceta de tierra, pero hace mucho que no veo que pongan plantas en el baño. Entonces pienso en las bastas de algún pantalón luego de jugar en el jardín. Han pasado meses en los que ni siquiera salgo a pisar el césped y me da pena. Los chanchitos no viven en las tuberías, esos son los osos, no los chanchitos. Siento que no puedo con las ganas de saber cómo es que llegó hasta ahí. Nunca lo sabré, es lo más probable, así que termino por aceptarlo y tratar de no pensar en ello. Recuerdo que cuando estaba de viaje no sabíamos cómo explicar lo que era un chanchito de tierra, la característica de convertir su cuerpo en una pequeña esfera no era suficiente para explicar toda la naturaleza de ese animalito. Supongo que será un crustáceo, pero en definitiva uno de los más curiosos. Si lo miras de cerca pareciera que tiene rostro humano, pero no el que vemos en la gente que pasa, sino el rostro que aprendemos a dibujar entre los 4 y 5 años. Unos ojos dormidos con una sonrisa de buena persona, de tranquilidad. Las antenas son otro tema. No he logrado contar cuántas articulaciones tienen, pero lo que es seguro es que cada una tiene vida propia, fuera del chachito. Quien sabe que sean su castigo eterno el tenerlas ahí, en la cabeza. Y encima tener que soportar cada vez que le avisan que está a punto de chocarse con algo. Se necesitan mutuamente, él les proporciona la cabeza y ellas información siempre necesaria, toda una interacción. A diferencia de otros bichos, los chanchitos innovan tremendamente con el asunto de volverse bolita, es todo un éxito para ellos, si se cansan de caminar pueden elegir rodar siendo impulsados por el viento o alguna otra de esas fuerzas que no podemos ver pero que existen, porque las sientes y "existen".
Ahora que lo pienso, es bonito levantar una piedra que te enseña lo que es ser inerte y encontrarte con una cantidad de vida. Unos hechos bolita, otros tranquilos contra la tierra y siempre los más histéricos y realistas que dan vueltas en círculos y no dejan de chocarse entre ellos. Tenemos que tener algo más en común con ellos que tan solo el ser seres vivos. Me es difícil imaginar su tipo de organización o metas en la vida además de sobrevivir y ser parte del equilibrio del ecosistema. Debe haber alguno que morirá joven por no adaptarse a su ciclo de vida, ahí debajo de la piedra. Es a ese al que quiero yo, es a ese al que quiero observar y para el que escribo. Supongo que es ese el que se las ingenia para llegar hasta la tina. Es el que tal vez caminó medio día desde el jardín, cruzó la cocina por debajo de los reposteros, hizo algunos descansos y al fin llegó al pie de la escalera. Ahí donde tan solo debía esperar y tener suerte.

jueves, 2 de octubre de 2008

Tía Celia:

En este momento estoy echada en uno de los jardines de mi universidad, así como tú alguna vez te recostaste en un parque madrileño cerca al museo Del Prado que te hace emocionar cuando lo recuerdas. La conversación de ayer en el T’anta (o “pan” como tú bien tradujiste del quechua) y muchas otras que hemos tenido en el Cuzco, me han hecho conocerte y han hecho que te considere mi amiga. Sí, tú con más de 80 años y yo con tan solo 21. Te hablo de las edades y la amistad para que entiendas que lo importante del tiempo no es cuánto ha transcurrido en la vida, sino los momentos precisos que hacen que sean inolvidables y que las personas logren entrar y ocupar un espacio en el corazón. No sabes lo afortunada que me siento de poder conversar contigo y conocerte. Me gusta cuando te veo recordar con nostalgia cada día de tus viajes, de tu vida universitaria en San Marcos, de los vestidos que te probabas con tus amigas, de los paseos que hacías por el girón de la unión y cuando dices que lo que más te gusta son las flores, la música y tus libros.

Tía, si no es ahora, en vida, que debemos disfrutar cada minuto, ¿Cuándo? Ya no te insistiré en que vayas a Dubai a conocer el medio oriente, siento que debo respetar tus razones y que seguro para ti ya no es importante conocer esa parte del mundo. Algún día espero ir por ti, tía; y continuar con todos los viajes que no hiciste, así como espero que alguien continúe por mi y por ti los viajes que no podremos terminar de hacer.

Yo sé que tal vez mi carencia de años y experiencia hacen que sea más optimista respecto a lo que nos espera pero quiero que sepas que aunque tu pienses que ya todo va a acabar pronto, no es así. Y es que el miedo y pena a morir es más grande en las personas que han amado y disfrutado la vida como tú. Para mí, tú, mis abuelos, mis tíos abuelos y mis demás amigos octogenarios son el mejor ejemplo de lo que significa disfrutar la vida. De repente no me entiendes y crees que estoy equivocada pero te lo digo porque prefiero que sepas lo que siento y pienso. Ayer decías que a nadie le importarían todos tus escritos, todos tus cuadernos. Seguro tienes un poco de razón. Si llego a vivir los años que a ti te han privilegiado y llego a revisar todos mis cuadernos escritos, seguro pensaré lo mismo. Es entonces, en ese momento, en que no debemos dejar de mostrarnos. Debemos dejar algo para que no todas las personas, sino las que lo valoren, puedan recordar nuestras vidas como hechos que realmente sucedieron. Ahora mismo tú puedes salir a ver los tejados de las otras casas cuzqueñas desde el balcón de tu cuarto, y saber que nadie en el mundo está viendo lo mismo; entonces el escribir sobre ello hará que a pesar de eso tú puedas hacer el pequeño puente (del que hablo siempre) entre tu balcón y el corazón de alguien, que -con felicidad digo- tenga un corazón como el tuyo y el mío. No llores tía y cuando lo hagas o te sorprendas haciéndolo, mírate al espejo y date una sonrisa ancha (mostrando los dientes como siempre te pido), que sea tan grande como para llenar tu alma y puedas recordar todos los momentos felices y divertidos de tu vida. Ya no hay tiempo para estar triste. Contempla tus mejores recuerdos como si fueran fotografías felices de un álbum de cosas buenas. Sé que es difícil pero no se pierde nada en el intento.

¿Recuerdas cuando te ayudé a escoger un traje, tía? Te dije que el rojo era más alegre. También ayudé a ponerte los ruleros. Si tuviera que listar los momentos especiales durante mi viaje, ese momento estaría entre los mejores. He descubierto que muchas veces sin palabras y tan solo compartiendo un espacio y tiempo determinado los lazos de amor entre las personas se hacen cada vez más estrechos. Nuestros tiempos son diferentes, es verdad, pero tal vez no tanto. Tía, tal vez, quiero creer, que para este tipo de cariño y amistad no exite realmente el tiempo. Los ideales son distintos pero eso no impide que todos seamos parte de una historia de vida, yo en la tuya y tú en la mía.
Pronto espero ir a Europa y escribir mis propios cuadernos. Créeme que a ese viaje iremos juntas, porque mientras yo te piense en las calles españolas, estarás conmigo.